“Cuando calienta el sol aquí en la playa”, acá en Tabasco, en verdad calienta como el mismísimo infierno y toda ilusión se evapora como el humo de una quemazón…
Así, parafraseando la conocida canción que nos remite a disfrutar del Dios Helios en una paradisíaca playa, es la única manera de soportar el calor que nos agobia en esta época de estiaje o calima, como dirían los conocedores de estas cuestiones climáticas, y que a la sombra llega a alcanzar los 42 grados centígrados.
Es cierto que los tabasqueños somos dados a quejarnos de todo, que si hace calor, que si llueve, que si patatín, que si patatán… cuestión de la idiosincrasia choca. Un fin de semana ya pasado fui testigo de ello, la cosa estuvo en que a mi primo Juan (+qepd) se le ocurrió celebrar el bautizo de su hija en la casa de una cuñada suya, a las afueras de Villahermosa, y como para uno, como ente urbano recalcitrante, después del periférico el río Grijalva o el Carrizal, y el puente de los Monos todo es campo o selva, pues ir a una fiesta al mediodía del sábado a la ranchería Anacleto Canabal 1ª sección, significaba una aventura estilo safari, sin siquiera imaginar que estaba a punto de experimentar un tsunami tabasqueño en forma de tormenta tropical… en fin, volviendo al punto de esta crónica medio marciana, el caso es que ahí estamos todos los familiares y amigos de los felices padres, en medio del calor sofocante y debajo de una lona, que aunque bloqueaba los rayos del sol, no impedía que la resolana nos fuera rostizando a fuego lento o mejor dicho, en baño María… a lo lejos, la humareda densa del basurero de Loma de Caballo era fiel reflejo de las mentiras de las autoridades quienes aseguran año tras año, una y otra vez que las quemazones en dicho lugar han sido sofocadas, para luego asegurar que los incendios son provocados por los mismos pepenadores que viven de eso, de la basura y del basurero… sería como incendiar uno la propia oficina de trabajo o la redacción del periódico donde escribo (¡Alisten los extinguidotes!, alerta la R. por si el cronista tiene ansias pirómanas)… El caso es que el penetrante olor a humo no hacía muy placentera la celebración, pero si unas ampolletitas de cebada de a cuartito bien frías; la gente bien vestida, se veía fuera de sitio ante el ambiente tan candente, el sudor escurría los maquillajes, manchaba las camisas, mojaba los sentidos y las plegarias se levantaban silenciosas junto con la botella de cerveza al tiempo de remojar los sedientos labios y las resecas gargantas… “Ojalá lloviera”… dijo mi tía Consuelo Sánchez, mientras todos volteamos a ver el cielo gris, pero no por visos de lluvia alguna, sino por la humazón que nos invadía desde el basurero en llamas, “mmjjj, como vas a creer, Conchita”, afirmó otra parienta de cuyo nombre no me acuerdo, pero sí de su hija vestida de pantalones ajustados y blusa escotada (pellizcón de mi princesa tibetana, cuya censura es expedita)… “Pues allá a lo lejos se ve negro el cielo”, señaló alguien en la mesa de al lado.
“Antier llovió por acá y hasta granizo cayó”, terció la anfitriona mientras se secaba el sudor de la cara… Un “Já” se formó en mi mente pero mi boca repleta de barbacoa me impidió expresarlo, así que miré a lo lejos atisbando el horizonte y ciertamente (expresión chentiana), negros nubarrones se cernían en lontananza, como para el cronista la lluvia simplemente era un sueño guajiro, mejor desvié la mirada a un horizonte más cercano y atisbe donde estaban las chelas y me fui por tres más…
Un vientecillo llegó de repente a refrescar lo cuerpos sudorosos, “ah”, fue la breve exclamación de todos, “se me hace que si va llover”, comento Leti, la anfitriona, “pero no ahorita, sino en la noche, y quien sabe si en Villa, a lo mejor en frontera y Teapa”, fue la sesuda teoría de mi otra tía, América (¡Y Yá!, exclamación triunfalista e impropiamente futbolera del cronista pambolero, N. de la R. que es Chiva)… la asoleada fiesta siguió, el consomé se fue consumiendo a cucharadas, los tacos eran devorados con pasión, la salsa y el guacámole desaparecían entre taco y taco, todo era calor, todo era sol y más sol (aunque unas estaban bien frías), todo era calma… así, sin avisar, llegó el viento… un viento que levantó la lona que cubría nuestras cabezas como una simple hoja y rompió las cuerdas que la sostenían derrumbándola después sobre las mesas que cubría… así empezó la tormenta, con viento, con viento y más viento… la lluvia llegó de repente también. Los tacos fueron olvidados junto con las cervezas, las mesas fueron abandonadas y todo mundo corrió a cubrirse despavorido.
Truenos, rayos, granizo, viento y más viento, todo en una hora, la mayoría de la gente terminó empapada, el agua entró a la casa por las rendijas de las puertas y ventanas, algunos más solidarios, vieron esto como un buen augurio de abundancia y bendición, “pero creo que equivocamos la estrategia”, me dijo Don Paco, en secreto, “en igual de correr para acá, debimos correr hacía donde están las cheves y la comida” (momento de reflexión del cronista para corroborar que el susodicho está en lo cierto N. de la R. pidiendo pamba con picahielo)… después de rifarnos quien era el elegido para solucionar la falta de líquido color ámbar y terminar de empaparnos por la causa, llegó la calma, y la fiesta se reanudó, más barbacoa y mas cerveza calmaron el frío que a esa hora, las cinco de la tarde, eran las cinco de la tarde (sin ser Sevilla) se sentía… “que lluviecita, estábamos mejor con el calorcito”, fue la sentencia de doña Consuelo… “eso fue porque nada más bautizaron a la niña sin oír misa, por eso se enojó Dios” fue la otra sentencia dicha por una parienta muy, pero muy lejana, sin dejar de lado el plato de tacos de barbacoa que devoraba con igual intensidad que su fervor al dios de la lluvia… las quejas, las inevitables quejas “Uy, eso quiere decir que la niña va a llorar mucho en su vida”, fue el lacónico augurio de la tía de cuyo nombre no me acuerdo y que fue lo último que alcance a oír, ya que mi princesa ninja disponía ya de mi voluntad e ingravidez provocada por tanta chela tomada en diferentes climas, uno tropical y otro invernal… tiritando de frío por la empapada, pensando además encontrar mi computadora inservible por la lluvia ya que había dejado la ventana abierta, me subí al carro, el cual nos fue a dejar, con todo y tribu, a la parada de Plaza Cinepolis, ahí abordamos un taxi extrañados que el pavimento estuviera seco… al llegar a mi habitat natural, o sea, las Lomas del Circuito de Guelatao, nos enteramos que la lluvia acá fue sólo un simple y pinchurriento airecillo… cosas de la naturaleza sabia: llueve donde hay árboles, no donde está desolado… árido de tanto cemento, de tanta devastación por una urbanidad mal entendida… o simplemente por nuestra necesidad de sentirnos parte de la modernidad de una época totalmente tecnologizada, sin lógica, sin raíces que nos aten a esta tierra, cerrando los ojos a nuestro presente y sobretodo, a nuestro futuro, o al de nuestros hijos.
Hoy, sólo me queda el recuerdo de esa fiesta que terminó en una empapada fenomenal, en el relajo y la solidaridad ante el imprevisto, nadie se fue… la bohemia que continuó fue inolvidable… Hoy, sólo me queda el recuerdo de la sentencia hecha por una parienta lejanísima: “Eso quiere decir que la niña va llorar mucho en la vida”… Por que la veo llorar a su papá en el día de su velorio, en el día de su muerte… en el día en que el sol quema de nuevo como esa vez, cuando todos ansiaban lluvia para mitigar el calor de un trópico que muere lentamente a la vez.
Limonadas de a cinco pesos…
42 grados a la sombra marca el termómetro de mi casa, el sol cae pesadamente sobre el pavimento del circuito de Guelatao mientras la policía en número abundante hace una ronda por el sitio buscando a los ladroncillos que por aquí pululan… los ánimos se notan caldeados como el ambiente… no los han podido agarrar, así que mejor se van medios resignados y volteando a ver el lugar de su fracaso con odio disfrazado, en la esquina se queda un comando de guardia, mientras otro comando está apostado en la parada de Mina, entre Zaragoza y 27 de febrero, para revisar las combis del servicio urbano, “es para buscar armas, machetes o puntas, que traigan los chóferes o algún pasajero, con ello se evitan los asaltos”, es la declaración oficial del comandante azul. “oiga, y no podrán detener a los chafiretes por atentar contra la seguridad de los pasajeros, ya ve como manejan esos diantres”, le dice doña Lencha, vecina de lugar al comanche, “eso le corresponde a tránsito”, es la respuesta del moreno gendarme quien lucha por no caer en la risa de los demás, “al menos que le bajen al radio cuando van manejando, a mi casi me dejan sorda hace rato que regrese del mercado”, es la siguiente queja y en ese preciso momento, hace la parada metros más adelante una combi de la ruta Tamulté-Guadalupe, “Déjame si estoy llorando, estar sólo estoy buscando, quiero estar solo conmigo, si me ves que a solas voy llorando, es que de repente voy recordando a un amor que no consigo… Déjame si estoy llorando”, la música, el ruido, surge y ruge por las ventanillas del destartalado vehículo, el cual, como caricatura, salta a cada “punch, punch” rítmico y con él, los pocos pasajeros que en estado catatónico nada más esperan llegar a su destino sin sufrir daño auditivo alguno… “pos eso no nos corresponde a nosotros seño”… y se procede a abordar el vehículo en cuestión… “bájale un poco”, es la orden, mientras se revisa sin novedad alguna el transporte, “si me ven que estoy llorando, es que solo estoy sacando la nostalgia que ahora vive en mi”, se vuelve a escuchar mientras la combi arranca ruidosamente, entre salto y salto a ritmo cumbianchero.
Más adelante, un ejemplo de la visión empresarial tabasqueña se ha apostado en la banqueta con todo y mesa de madera, 2 jarras de a 4 litros cada una con limonada bien fría, con mucho hielo, y la oferta por apertura del vasito a cinco pesos nada más… 8 litros son consumidos por los automovilistas en menos de media hora, Doña Elvira Hernández se dispone a preparar más y ya se ve con sucursales en varias esquinas aledañas… pero no cuenta con la envidia vecinal de dos damiselas a las puertas del mini súper Las Torres, cuyo diálogo es harto significativo de que en Tabasco no podemos ver a alguien hacer algo bien porque en seguida salen muchos copiones.. “mira manita, sabes que vamos a hacé mañana, preparamos pozol, eso se vende más y quita la sed, así nos ahorramos el azúcar, pero te vas temprano a encargar 4 kilos allá con don Chucho, yo le voy a pedir la mesita a mi amá, y ancá mi tía me robo los vasos y listo… Tás loca, yo no voy a andá despachando entre los coches, ajá, ve tú si me atropella un agalambao y me deja baldada… tas loca tú mana, ven pa’cá, te voy a dar un coscorrón para que se te quite lo agalambaá, pero a tí”… No, si es que para esto hay que tener visión empresarial, y valentía también, ya que con este calor, de a 42 grados a la sombra, todo mundo anda como loco, sulfurado, enojado, molesto, desquiciado… como la chica bonita del coche blanco que a claxonazos exige al carro de adelante arranque y se deje de pedir limonada bien fría, claro, será porque ella lleva clima en su deportivo y el agua Light baja en sales de altísima calidad comprada en una de las ahora llamadas tiendas de conveniencia, le quita la sed.
Sed, esa es la palabra más escuchada y pronunciada en estos días… sed de agua, sed de cheves, sed de amor, sed de esperanza, sed de democracia, sed de encontrar un trabajo aunque no paguen muy bien, pero al menos que calme esta ansia, esta desesperación, esta depresión de no tener nada que llevar a la casa mientras los políticos han iniciado sus precampañas y ya se gastan millones y millones en ellas… mientras tanto, el índice de desempleo indica que Tabasco es primer lugar en ese rubro… ¿y las inversiones tan cacareadas?... veo en la tele, mientras mi princesa personal prepara la comida, que según un estudio de una empresa internacional, Tabasco es el tercer estado con mayor deuda en obra pública, pero que esta no se ve por ningún lado, es decir, no se han comprobado que existan… lo que si existe es el hambre y el ambulantaje desmedido… la delincuencia, el narco, la militarización y la violencia que crece día con día… la depresión de una sociedad cada día más desvalida y el suicidio galopante… el desempleo y la falta de oportunidades… eso y este calor de 42 grados a la sombra.