jueves, 13 de septiembre de 2007

Día D

Este es un texto de una querida amiga, de esos contactos por internet únicos, de la época en que en Tabasco se editaba un suplemento dominical pseudo cultural, llamado Acervo, este texto nunca fue publicado, porque el editor fue corrido gacha y gandallamente por subersivo y pedote... Cereza, que es el seudónimo por el cual la reconoceremos, es quizá de las mujeres más cachondas que conozco en esta perra vida, con este "texticulo" de ella inauguramos la nueva etapa de este panfleto con infulas de pasquín, esperando más colaboraciones y aportaciones independientes... que lo disfruten y lo critiquen a su entero gusto (siempre desde la perspectiva que este espacio no es un sitio literario, sino simplemente un blogsillo sin muchas pretensiones)... Ouchh!.



DÍA D



Por Cereza



Aquella mañana ella se despertó ansiosa, alegre, pero ansiosa, por fin después de seis meses de sólo conocer su voz, se encontrarían tal como lo habían deseado.

Salió de su departamentode la calle Amores, en la Del Valle, sonriente y decidida, su cuerpo vestía una falda corta, medias de seda que embellecían aún más sus bien torneadas piernas, zapatillas clásicas y un suéter color violeta que hacía resaltar sus senos.
¿bragas negras de encaje? ¿Y por que no?, nunca había usado ropa interior obscura pero tampoco nunca antes había experimentado esa sensación de amor e incertidumbre...

Llegó al lugar escogido por los dos, la puerta estaba entre abierta y entró haciéndola rechinar, el ruido lo hizo girar sobre sí mismo hasta que sus miradas se encontraron, caminaron lentamente uno hacia el otro, acercándose, sonrieron nerviosos, a unos cuantos centímetros, sus cuerpos se detuvieron, ella mostró su mano invitándolo a unir la suya y las yemas de los dedos de ambos se fueron encontrando una a una; los labios de él se abrieron sobre los de ella, sus lenguas se encontraron en un abrazo dulce y tibio.

Él, suavemente bajó sobre su cuello besando, lamiendo, buscando ese sabor a cereza antes prometido y le quitó el suéter, miró sus senos desafiantes y se encontró con un pequeño lunar arriba del pezón derecho, lo besó, lo chupó lenta pero decididamente, queriendo con la lengua borrarlo ella dócil lo ayudaba mientras se entretenía jugando a desabotonar y abotonar su camisa, aflojó entonces el brassier y sus senos saltaron insinuando unos pezones duros que él gustosa y alternadamente metía dentro de su boca, ella lo despojó de la camisa sin dejar de jugar al mismo tiempo que sentía la falda resbalar abajo de sus piernas.

Abrazados caminaron hasta la cama, la tomó de la cintura y sin dejar de besarla depositó suavemente su tierna carga en la orilla, le quitó las zapatillas y recorrió con los labios sus piernas enfundadas en aquellas exquisitas medias, se incorporó y lentamente mostró su propia desnudez, inclinándose sobre ella comenzó a besarla dibujando trazo a trazo su piel, provocándole emociones infinitas, desconocidas, pero ansiadas.

Las manos se confundían con las piernas que se entrelazaban, le quitó las medias y las bragas, fue bajándolas lentamente con sus expertos dientes, la acarició, la recorrió con los ojos, con las manos, con los labios, con la lengua...

La miró después temblar de emoción cuando separó sus piernas, ella sintió enloquecer de sólo imaginar a ese demonio dentro de sí, lo sintió duro, caliente, indomable, sus cuerpos se unieron en un ritmo lento, cadencioso y finalmente progresivo, desesperante… ¡Galope obsesivo que busca la muerte!... llegaron juntos mientras él disparaba en su alma un fuego incontrolable que le quemaba las entrañas y la consumía toda.

Se miraron y él cubriéndola entre sus brazos le dijo: ¡te extraño!

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