lunes, 26 de septiembre de 2011

El Duende... cuento por entregas en Facebook


Este cuento se publicó, en varios posteos,  en el Muro de Diana Juarod en Facebook el 26 de septiembre de 2011.

Por Carlos Coronel Solìs 

Un duende quería llegar a una ciudad porque le habían dicho que todo allí era fantástico, que había máquinas que se movían impulsadas por menjurjes espesos, que las doncellas bonitas tomaban pócimas para conservarse siempre bellas, que los hombres decrépitos tomaban elixires para poder estar con esas doncellas...
En fin que el duende agarró camino hacia allá, pero como no tenía dinero para el pasaje, convirtió una hoja de chaya en una alfombra voladora como la de Aladino; durante el viaje había mucho sol porque la capa de ozono estaba siendo comida por las orugas que despedían los vehículos de sus escapes que eran de color ceniciento, así que tomó una gota de agua que había de una nube que pasaba por ahí y convirtió esa gotita en un parasol hepático diciendo, claro, unas cuantas palabras mágicas que por la velocidad de la alfombra nada más él oyó (el que te lo cuenta no pudo entenderlas), el duende se imaginaba todo aquello que no había visto y le parecía “superhipermegaarchirecontra” fantástico...
Así iba el duende, sobre una hoja de chaya reverde, como alfombra voladora o vehículo todo terreno, pensando en lo que adelante le esperaba y protegiéndose del sol a plomo con una gotita de agua, robada a una nube, transformada en parasol...
El duende estaba confuso porque en el viaje se le había caído la maldita dirección de la ciudad, ni siquiera podía recordar el nombre... diablos -los duendes invocan siempre al diablo como los seres humanos invocan siempre a Dios, y lo hacen como ellos, cuando tienen un problema-...
No sabía qué hacer y descendió de su hoja de chaya voladora y preguntó al primer animal que pasaba, que por cierto no era un animal cualquiera, era uno que caminaba en dos patas y no cantaba hermosamente como el colibrí, sino que emitía sonidos muy guturales, parecidos a su primo el mono, sólo que más diversos...
El duende se acercó a un viejo que parecía poner un espantapajaros en la milpa, y le preguntó si conocía el lugar “archirecontramaravilloso” donde las máquinas andaban solas, las mujeres nunca envejecían y los viejos se acostaban con ellas; luego de quitarse el sombrero, también viejo, y rascarse las manos pensativo, el viejo extendió su brazo muy vagamente, señalando hacía cualquier punto..
¿Conoce ese lugar? Al duende se le achicaron los ojos porque contrario a los humanos que cuando preguntan parecen salírseles los ojos, a ellos se les achican, como si estuvieran midiéndolo a uno (en el mundo de estos seres es siempre así, todo al revés)...
Sí, dijo el viejo impaciente, es allá, y de nuevo el brazo que parecía una rama seca se extendió hacia la nada o hacía cualquier punto. Bueno, el duende cansado de tanta vaguedad emprendió de nuevo el vuelo en su alfombra voladora, en busca de esa ciudad de mujeres eternas, viejos pederastas y coches que nunca paran.
(está claro que el viejo campesino era choco tabasqueño, porque cuando responden preguntas de ubicación, la vaguedad es norma; que el duende pasó por aquí, también es claro...)