“Tanto amor y no poder nada contra la muerte…”
Miguel Sánchez Vidal
El zócalo de Cuernavaca huele en esta tarde a incienso y
copal. Los tambores de los concheros resuenan en la tarde fresca, mientras el
humo de sus ofrendas se eleva junto con las pompas de jabón que unos niños
lanzan al aire.
Las voces de los ciudadanos reunidos en el maratón poético
como ofrenda a Juan Sicilia y los chicos asesinados el pasado fin de semana, es
apagada por las danzas, los ritmos y el sonido del caracol y los tambores de
los concheros.
La gente se arremolina para ver las danzas, del otro lado,
frente a la ofrenda de velas y flores, otro grupo comienza a incrementarse para
esperar el inicio de la marcha por la paz y contra la violencia convocada para
esta tarde.
Un compa concilia con los concheros para que dejen iniciar
la marcha… “Compitas, la marcha es para protestar contra la guerra, contra la
violencia, nada más dejen que salga la marcha y continúan con sus danzas
hermanos”.
Los concheros aceptan, “claro que si compañero, nada más que
nosotros no estamos contra la guerra ni a violencia, sino que estamos a favor
de la paz, del amor, de la vida, nuestras danzas significan eso, una
manifestación a la vida”.
Momentos después, la gente se forma en filas de 4 y encienden
sus velas para iniciar la marcha y los concheros entonces se hacen una valla y
con sus copas humeantes por el copal, con sus conchas en mano y el sonido de
los caracoles, sahumean al contingente a su salida hacia las calles.
El contingente inicia su recorrido por Rayón, las consignas
se inician una tras otra… “No más sangre, No más sangre”, es el coro que
empieza a retumbar por las calles del centro de una Cuernavaca sorprendida.
“No a esta guerra en nuestro nombre”, dicen, gritan,
comparten… “Ni un hijo muerto más”, continúa la gente exaltando un sentir
general, el del hartazgo de una sociedad dolida… y esta marcha entonces
comienza a tomar sentimiento.
La marcha del sentimiento, así se le puede nombrar,
sentimiento de dolor, sentimiento de coraje, de indignación por la sangre
derramada, por los hijos del compañero, del amigo y repiten al unísono “Juan
Sicilia, esta es tu familia” o bien, “Todos somos Sicilia, todos somos
Sicilia”.
Las voces retumban entonces en las viejas paredes del Jardín
Borda, el eco se vuelve gigante… “Adame renuncia, tienes las manos sucias” y la
obscuridad de la Avenida Rayón huye al
paso del contingente que va iluminando con sus velas en cientos de manos, todo
a su paso.
“Más poesía, menos policía”, se grita enfrente de cada
recinto cultural al paso, se invita al pueblo que se una, a la juventud que
incrédulos nada más observan, se ríen y cuchichean entre ellos sin aceptar la
invitación de un contingente que no para de expresarse a cada paso que dan.
Recorren Natzahualcoyotl, Avenida Morelos, llegan frente a
Catedral y piden al obispo que se pronuncie, igual lo hicieron con Martha
Ketchup y con la UAEM frente al CCU. Aquí, frente a Catedral, los cafés
interrumpen su jolgorio y los comensales voltean con ojos azorados a ver el
contngente pasar.
En cada esquina se paran, gritan, expresan sus sentimientos
y crean un coro con fuerza que enchina la piel de los ciudadanos… al frente,
una manta expresa las palabras de César Vallejo, “Tanto amor y no poder nada
contra la muerte”.
El contingente termina su recorrido, llega al mismo punto de
donde salió. El zócalo todavía huele a copal, a incienso, el sonido del caracol
de los concheros se despide de la noche estrellada mientras las velas, una por
una, son depositadas finalmente en la ofrenda floral que se ilumina mucho más.
(Esta crónica fue publicada en el Diario de Morelos en los días posteriores al asesinato de 7 personas en el estado de Morelos, entre los cuales se encontraba Juan Francisco Sicilia, en el año 2011).