jueves, 27 de septiembre de 2012

Crónicas Submarinas: Rafael Cauduro, el creador de mundos mágicos


Irrealidad intangible de un pintor mexicano... 

Al estar frente a algunas de las obras pictóricas que adornan la casa museo de Rafael Cauduro en Cuernavaca, es, en primera instancia, un impacto de estar adentrándose en un mundo imaginario dentro de lo intangible del mundo real.




Miguel Sánchez Vidal

Calaveras al lado de mujeres desnudas pintadas sobre materiales que se salen de lo usual; pedazos de bardas salitrosas, derruidas por el tiempo y la voluntad del hombre, o puertas metálicas desvencijadas que integran, figura humana y  herrumbre, visiones eróticas que llenan el alma de júbilo y celebración secreta.
Pero es quizá la personalidad de este pintor mexicano, avecindado en la Ciudad de la Eterna Primavera, lo que impacta más; lejos del egocentrismo o petulancia que una carrera exitosa como la suya podría presuponer, Cauduro es una persona amable, sencilla, suave en su trato y sobretodo, abierto a platicar sobre su trayectoria y vida.
“Rafael, puedes decirme Rafael”, contesta cuando le pregunto cómo dirigirme a él, si como pintor o como arquitecto.
La arquitectura nunca la ejercí, señala al iniciar la entrevista realizada en el jardín de su casa, “la expresión plástica es la parte más importante de mi vida, la arquitectura no la ejercí ni cuando  era estudiante, porque en esa época ya hacía yo caricaturas e ilustraciones para publicidad, por eso nunca me dediqué ni gané un solo centavo en lo que es mi carrera”.
Pero la vida da muchas vueltas, y Rafael Cauduro retoma lo aprendido en la facultad de arquitectura, cuando años después, ya con la fama de su carrera como creador plástico muy en alto, lo contratan para crear la escenografía para un ballet en los Estados Unidos y luego para una ópera de Enrique Strauss en México “estos fueron los únicos trabajos que he realizado en cuanto al diseño”.
“Mi papá era constructor y mis hermanos fueron arquitectos, yo creo que por ahí viene el que utilice mucho los materiales como bardas, pedazos de paredes o puertas metálicas, ya que iba con ellos a muchas construcciones, en verdad admiro mucho el diseño arquitectónico y el industrial”.
Pero reconoce que “en la arquitectura actual, hay una explosión de creatividad, debido a que de alguna manera hay mucho dinero para pagar los diseños, ahora vemos que se construyen edificios carísimos y bellos, en el año que estudié arquitectura eran aberrantes, ya que era una época funcionalista que a mi me chocaba”, afirma el pintor.
Una de las pasiones secretas de Cauduro, según revela en la plática, es el ballet, “cuando comencé a pintar profesionalmente, mi pasión, era el ballet, la danza en general, además mi mamá fue cantante de ópera, entonces cuando me hablan para hacer las escenografías, para mi fue un reto maravilloso, porque me adentraba en ese mundo que me apasionaba”.


“evidentemente lo humano está, pero lo humano reflejado en los objetos, porque no es lo mismo una rama que un bastón, a mi lo que me interesa es plasmar los vestigios de lo que hace el ser humano, maquinas, casas, paredes, puertas, sillas”. Rafael Cauduro
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Cauduro comenta que su madre lo tuvo a los 40 años, “por eso no la oí cantar en escena y viví ese mundo por medio de anécdotas y comentarios, por eso me daba mucha ilusión vivirlo, y cuando hice la escenografía en EU, tuve la oportunidad de estar en los ensayos, ver como se le iba dando forma plástica y coreográfica a la obra”.
En el caso de la ópera Salomé, Cauduro narra que la experiencia fue como estar en una “jungla de egos, ya que fue un pleito con el director de escena, tuvimos muchos problemas, ya que todos los que intervienen son especialistas, muy profesionales, con talento y todos con un ego impresionante: toda ópera es como un milagro, eso es la ópera, porque cada que se abre el telón es un milagro que todo funcione a la perfección”.

-Y cuando Rafael Cauduro se enfrenta a un proyecto creativo,  ¿enfrenta también estos conflictos del ego, de no ponerse de acuerdo en ocasiones con las intenciones creativas?
“Sí claro, sobretodo en los proyectos grandes como son los murales, ya que tienes que trabajar con equipos grandes, aunque en lo cotidiano tengo un equipo de 4 elementos, pero cada quien ya sabe lo que tiene que hacer”.
Dentro de su trabajo plástico, el pintor señala que estos los hace en forma de series, “y eso te va llevando a ciertos parajes que los vas imaginando, y si la obra es muy buena, te abre una serie de posibilidades, entonces te preguntas cómo le puedes hacer para sacarle mayor ventaja y te salen muchas ideas que te permiten crear 5 o más cuadros”,
El proceso creativo lo lleva por la experimentación y búsqueda de ideas basadas en su visión e imaginación, que para Rafael Cauduro, son esenciales en sus obras, llenas de vitalidad, de mundos oníricas y una irrealidad intangible en imágenes que parecen reales pero que no lo son.
Hay épocas de sequía, reconoce Cauduro, “pero es cuando tomas algunos de los cuadros que dejaste en el camino, como girones de lo que creaste, y entonces surge la posibilidad de rehacerlos, o continuarlos donde los dejaste”.


Del hiperrealismo a lo imaginario

Cauduro no acepta que su obra sea catalogada como hiperrealista como algunos expertos del arte lo han escrito o afirmado, “es una simpleza, yo nunca lo he aceptado, porque han dicho que los hago como Claudio Bravo, pero no es así, porque los materiales son diferentes”.
El artista se detiene un poco, piensa su respuesta y continúa, “nunca he visto el manejo de este tipo de material, ni ese tipo de combinaciones ni siquiera como se combinan en la realidad, donde hay cosas muy de las proporciones ópticas y creativas”.
A Cauduro le encanta jugar con los materiales, como se integra con sus imágenes y la visión de su mundo propio, “me encanta como juega la materia con  los elementos, pero nunca he entendido porque tildan de hiperrealismo mi obra”.
Aunque acepta que la figura humana está siempre presente en sus cuadros,  Rafel Cauduro va más allá, al indicar que “evidentemente lo humano está, pero lo humano reflejado en los objetos, porque no es lo mismo una rama que un bastón, a mi lo que me interesa es plasmar los vestigios de lo que hace el ser humano, maquinas, casas, paredes, puertas, sillas”.
Una parte que nunca abandona en sus obras, es el concepto del deterioro, “pero evidentemente el deterioro no existe en la naturaleza, sino cumple ciclos, a menos que intervenga el ser humano, porque nosotros si provocamos ese deterioro”.
En la naturaleza, continúa, tampoco “existe el concepto de basura o desperdicio, en cambio nosotros si lo manejamos, me gusta más pensar en ese deterioro de los objetos y ver como vamos dejando huellas que al final se van borrando hasta desaparecer”.
Entonces, afirma, “mis personajes son al final como huellas, pienso en ellos como una pintura que se deteriora, como la pintura que se deteriora también desde que la pusieron en una pared, igual que el yeso, el cemento o el ladrillo que está detrás, y de pronto aparece un cártel detrás con la imagen de una mujer, pero que no es real”.
A veces “es como ir entendiendo ese mundo que se nos impone, en tanto un concepto humano, como un juego que vemos en la televisión, o la computadora, donde interactuamos con ellos y estamos tan inmersos que lo vemos como algo normal, es un lenguaje que se nos ha impuesto y que son muy extraños, como el Facebook o twiter o los programas computacionales, es un mundo muy raro que intentamos comprender”.
La tarde cae sobre el jardín de la casa del pintor Rafael Cauduro, mientras a un lado se encuentra echado su viejo perro labrador, se levanta del sillón y nos da una última visita guiada a su casa, su museo, y comenta “una vez vinieron unos trabajadores y cuando vieron todos los cuadros y la casa, dijeron ¿quién vive aquí? Y respondieron, Drácula”.
Las carcajadas reflejan el espíritu de este artista plástico, quien nos permite entrar a su taller, templo creativo que demuestra su entrega y profesionalismo, luego, sonriente, nos despide finalmente a las puertas de su casa.



Rafael Cauduro:

1950 nace en la Ciudad de México
1976 realiza su primer exposición individual
1984 se presenta por primera vez en el Museo del Palacio de Bellas Artes
1986 Dentro del Marco de la Expo Mundial Vancouver realiza el controvertido mural Comunicaciones

Santuarios de la tradición etílica


Las últimas cantinas tradicionales de Cuernavaca

¿Qué escritor, poeta maldito, artista, viajero, pintor, turista o simple parroquiano no naufragó alguna vez en alguno de estos lugares? Las cantinas tradicionales de Cuernavaca están perdiendo la batalla contra los bebederos simplistas de “chelas y micheladas” que atrapan a una juventud ávida de embrutecerse cada fin de semana. Entre grados GL , humo de cigarros e historias, las cantinas sobreviven a la modernidad.


Miguel Sánchez Vidal

Enclavadas en el corazón del centro histórico de Cuernavaca, tres cantinas subsisten al embate del tiempo y la modernidad, venciendo los tabúes y críticas de una sociedad que las vio nacer, mantenerse y seguir siendo parte de la historia del antiguo Cuahunáhuac.
La Estrella, La Suriana y el Danubio, son las últimas cantinas tradicionales que mantienen sus puertas abiertas; cercanas al siglo de existencia continúan siendo visitadas por clientes asiduos y de viejas generaciones que las sienten como parte de sus vidas y costumbres.
Testigos de historias y repletas de anécdotas, las cantinas son parte importante de la identidad de una ciudad que mira hacia el futuro, dejando en el olvido su pasado fiero, oculto, como parte de un inframundo que a pesar de todo, sigue latiendo orgulloso de su destino.
En contraste con las antiguas formas de convivencia que se deban en estos espacios, los cuales son como santuarios del Dios Baco, donde lo mismo se busca olvido que refugio, los nuevos “bebederos” son lugares donde lo importante es que el trago salga barato y esté accesible para una juventud que sólo los busca por eso. Atrás quedaron los personajes románticos, asiduos o esporádicos que daban color a las historias que todavía se cuentan entre los parroquianos más antiguos.
Tan sólo en 2010, unas 36 licencias de funcionamiento para establecimientos de ventas de bebidas alcohólicas para consumir en el lugar fueron otorgadas por el Ayuntamiento de Cuernavaca, según datos del Primer Informe de Gobierno Municipal.  


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 La Victoria de una tradición que ahora se llama El Danubio


Por ahí pasaban “Las mulitas” que venían por Leandro Valle de la Estación del Tren, transportando a los viajeros que llegaban a la Cuernavaca de aquel entonces, algunos de los cuales se bajaban, sedientos, en esa esquina para meterse a la cantina La Victoria, nos platica el cronista Miguel Palma, “se dice que la calle Victoria se llama así por la cantina o a la cantina le pusieron así por la calle” y el dueño actual, Pedro Lara Rodrígiuez, refiere que “como la gente decía, la calle que está por La Victoria y entonces la calle quedó con ese nombre”.
Una vieja foto sobre la pared de esta cantina antigua de Cuernavaca, nos remonta a sus orígenes, cuando unas vías férreas nos confirman que por ahí bajaban “Las Mulitas” al centro de Cuernavaca y luego regresaban a la Estación del Tren.
Hoy en dia, la antigua La Victoria, que un tiempo fue La Sorpresa, se llama desde hace más de 30 años, El Danubio y es, de las tres cantinas más antiguas de Cuernavaca, la que conserva una arquitectura y decorado interior más rico, lo que le da un aire de tradición.
Con su barra antigua y decorados forjados en hierro, El Danubio recibe a sus comensales al mediodía, en la esquina que conforman Leandro Valle y Matamotos, enfrente de la calle Victoria ya citada.
Cuentan los que la conocieron que ahí, en la esquina, había una fuente y en ella estuvo muchos años una tortuga caguama viva, “la cantina no era tan grande como ahora, pero no sé quién se apropió de la esquina y la agrandó”, nos dice Pedro Lara.
Una ocasión, platica Lara, mi padre, “Antonio Lara Paredes, me platicó que Pedro Infante andaba filmando una película en Tepoztlán, estaba hospedado en El Canario, y llegó al Danubio, a echarse unos tragos, fue todo un acontecimiento, el hotel era en ese entonces de lujo pero el actor quería estar en una cantina y por eso se vino para acá”.
“Estoy en el rincón de una cantina”… se escucha en la rockola, mientras un anciano con muletas entra por las puertas abatibles, a la vieja usanza… “Amores que son puñaladas, las rejas no matan pero si tu maldito querer”, canta Javier Solís, mientras es apurado el último trago para dejar en el lugar los viejos recuerdos de una Cuernavaca que se resiste a dejar de existir y donde el mundo de las cantinas sigue como la vida misma, “aunque ya no es lo de antes, las ventas han bajado mucho”, comenta finalmente Pedro Lara, el dueño de El Danubio.



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La Estrella, 91 años de tradición


Ubicada en la calle Matamoros, en pleno centro histórico de Cuernavaca, La Estrella, es una de las cantinas más tradicionales de la ciudad de la Eterna Primavera y la única, como afirma su dueño, con licencia vigente para operar como cantina.
En este lugar se huele la tradición, desde su fachada sin anuncios que la identifiquen, tan sólo una estrella al frente anuncia a los conocedores y clientes habituales que han llegado al lugar de los caldos y tacos acorazados, como nos plática el cronista Miguel Palma, “ahí presenté mi libro sobre los tacos acorazados y desde entonces los comensales los disfrutan”.
Narra también Roberto Ruiz, hijo del dueño, don Roberto Ruiz Parra, que sus clientes ya son los habituales, “aquí vienen contadores, periodistas, licenciados, abogados, hasta políticos y diputados, que un día descubrieron nuestros Vampiros que te reviven y te curan la cruda”.
Sitio de historias diversas que uno va escuchando mientras saborea una cerveza, con los pies sobre el tubo y el antiguo “escupidero” en el piso rodeando la barra, la visita de políticos como Alfonso Sandoval Camuñas, cuando era presidente municipal de Cuernavaca, resalta su espíritu democrático, y hasta una esporádica visita de la directora del Instituto de Cultura de Morelos, Martha Ketchum, “vino con varias personas, se tomó dos tequilas, nos dijo que harían proyectos culturales y turísticos, y nunca más volvió, ni siquiera por su sombrero que se le olvidó y aún lo tenemos guardado desde hace 3 años”.
Pero lo mejor lo narra un antiguo parroquiano, médico de profesión y cliente desde hace 31 años, pero que prefiere guardar el anonimato, “aquí llegaba casi todos los días a tomar Malcolm Lowry, no a la Suriana como dicen, aquí era su lugar y está cantina la describió en su libro (Bajo El Volcán)”.
Otro personaje enigmático fue el supuesto agente de la CIA, Fidel Compton, de él, cuenta el médico que “fuimos vecinos cuando vivía yo en Matamoros, y de aquí salía muy tomado, muchas veces nos echamos las copas y ahí me platicó que era de la CIA, pero se hacía pasar por jubilado de los EU, fue muy respetado, todo un personaje”.


Sobre los restos de las Lomas de Galena, sobrevive La Suriana


En la esquina con Motolinia, Galeana, una de las calles con más historia y tradición de la antigua Cuernavaca, se encuentra La Suriana, una de las cantinas más populares y conocidas de una ciudad que poco a poco pierde sus lugares de tradición.
Al abrir las puertas de doble hoja casi desvencijadas por el tiempo, la música y el aire de esta cantina, impacta al visitante, aquí no se puede encontrar gran riqueza arquitectónica, porque lo que se puede observar es un lugar que se quedó en el tiempo, con aires austeros, porque, como en sus buenos tiempos, era para el “populacho”, como decían las gentes de “bien”, platica Beto, cliente y bebedor consuetudinario del lugar.
La barra al fondo, permite sentarse en los bancos, a la usanza de antes, y recibir por la cerveza que uno pide, un caldo de panza o camarón, hasta tacos de rellena; pero lo mejor es su aire “freak”, con personajes que bajo los influjos del alcohol, bailan con las meseras que fichan en sus mesas con los parroquianos.
No hay miramientos para almas sensibles en La Suriana, pero sí el trato amable del Chino, el cantinero con 40 años de servicio, y de una mesera que lleva casi 20  años sirviendo en estas mesas, ¿su nombre? Gloria, nos dice, aunque sabemos que no es el verdadero.
Con su rostro ajado por los años, es parte ya de la arquitectura rala y simple del lugar. Un viejo extinguidor dorado se mezcla con los tres arcos que le dan ese aire de “fortaleza” antigua, como un “bunker” etílico donde las penas se quedan afuera, mientras la música norteña es tocada por la banda de tres músicos que acordeón y guitarras en mano, van de mesa en mesa para complacer a los clientes que a su vez, les dedican canciones de amor a las “aves de paso” que conviven y beben con ellos.
En la barra, un cliente habitual reposa la cabeza impactado por la música que lo hace llorar recordando a la ingrata que lo abandonó; levanta el rostro y urgido, pide, exige una más para seguir olvidando, “cantinero, la otra cabrón, apúrale”.

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El Farolito de Malcolm Lowry

En su libro Bajo El Volcán, Malcolm Lowry se refiere a una mítica cantina llamada El Farolito: “Parián parece tener algo siniestro. Así es que a media noche, me fui en el Plymouth a Tomalín para ver a Cervantes, mi amigo tlaxcalteca, el gallero del ‘Salón Ofelia’. Y de ahí vine a Parián, al Farolito donde estoy sentado ahora, en un cuartito vecino a la cantina, a las cuatro y media de la madrugada, bebiendo ‘ochas’ y luego mezcal y escribiéndote todo esto en una hoja de papel que robé en el Bella Vista la otra noche.”
Algunos historiadores opinan que El Farolito estaba en Oaxaca, pero las anécdotas populares dicen otras cosas, como que el escritor era cliente asiduo a las cantinas La Suriana o La Estrella, en Cuernavaca.
Pero al parecer, esta cantina estuvo ubicada en lo que ahora es la cuchilla en la esquina de la bajada de la avenida Cuahuthémoc y la subida de Atlacomulco, rumbo a Acapantzingo, a unos metros del hotel donde se hospedaba Lowry, que ahora se llama Bajo El Volcán, en la avenida Humboldt.
William Gass señala en su análisis de la obra del escritor, que  “Lowry no está describiendo un lugar, lo está construyendo”, pero en este caso, El Farolito cumplía con la descripción literaria, ya que Lowry refiere que atrás de la cantina había una barranca muy honda, y en este caso, está la barranca de Amanalco, que es profunda.
Hoy, en esa “cuchilla”, existe un pequeño parque, con una estatua de La Tetelcinga, y sólo el anecdotario popular permite ubicar ahí, lo que algún día inspiró a Lowry para plasmar el infierno terrenal que narra en su obra Bajo El Volcán.
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Cantinas antiguas ya desaparecidas en el Centro Histórico de Cuernavaca.

París Chiquito
La Poblana
Mi Oficina
Caleta y Caletilla
Los Marcianos
El Tenampa
El Jinete
Los Chinelos (Clavijero)
Los Faroles

En la calle Galeana, anteriormente conocida como El Camino antiguo a Acapulco, existían muchas cantinas y pulquerías, incluso en lo que ahora es la Plazuela del Zacate, se ubicaba la pulquería “Al pasito pero llego”, aunque después cambió su nombre por “El templo del amor”, como narra Vicente López González Aranda en sus crónicas para el Diario de Morelos.

Crónicas Submarinas


Del amor de cabaret al ¡tubo, tubo, tubo!


Por Miguel Sánchez Vidal

“Fue en un cabaret donde te encontré bailando…” aunque ahora la Sonora de todas las santaneras se halla callada y es substituida por un “si la morena quiere más, dale candela, candela, candela”… quién diría que algunos añorarían aquellos tiempos del amor de cabaret, de la visita obligada a La Huerta, en la entonces zona roja de Cuernavaca, donde se bailaba de a cartoncito de cerveza un buen danzón o un Sonorazo… pero bueno, ahora, ya sea en cualquiera de los negocios de la carne que están en lo largo de la avenida Cuahunáhuac, si se trae dinero y aplauden más en su mesa, les envían a la niña, la niña, la niña… pero esa niña les baja fácilmente su quincena y su vida con un “table” en la mesa a los parroquianos enfebrecidos… “Siento una pena muy honda dentro del alma, y quiero ahogarla con vino y caricias de amor…

Imagen de la publicación de esta crónica en el Diario de Morelos

Ora pronovis… sí, ellas oran, creen en Dios, en la virgencita, aman, se ilusionan y creen también en las luces que las iluminan noche a noche, -aún con todo y cenital ámbar fundido- soñando, bailando el tubo con verdadero arte… Perfume de Gardenias, de Arándano, de Fuller y Avon, esa es su esencia corporal, a puro sudor y sexo; a cigarro y licor, unas veces baratos, otros, finos o rebajados en la cantina para la ficha… ese olor a mujer prohibida, pero que para muchos, es el olor de un alma de místico candor, de ansias reprimidas o de amor renegado,
 Como cantaría Toño Cartagena… “Que no se atreva nadie a mirarte con ansia… porque quiero tenerte sólo mía: mi propiedad privada”… y eso se transforma en un “privado” que te cuesta 200 pesos bajita la mano y dependiendo del espécimen y el antro en cuestión, pero el candor resulta que usa zapatillas de plataforma de 30 centímetros, que le levanta las nalgas, le resalta las piernas, les ayuda a subir las bubis, y si el cliente está tomado y es chaparro, le ayuda a agenciárselo y sacarle las copas, cuya ficha les hace ganar una parte del costo convenido con el dueño del antro.
Ese es su negocio, el verdadero negocio, la ficha, el “table” a mesa que más aplauda o que más pague, o más “chupe”; los privados y los “especiales” es lo que más deja, porque lo que hace la noche no es el “table” en pista, no es bailar el mejor tubo, ni siquiera ser la más buena, sino saber fichar o sacar un “privado”, o diez o quince, o bien ir al salón VIP, al de los billetudos.
Ilusiones y sueños entre los humos del alcohol; risas y alegría fingidas al ritmo de la música, deseo y decepción mezclados con las luces flotantes en esta atmósfera que se rompe al encenderse las luces que anuncian el fin de la noche, el fin de la ficha, del “table”; los privados se cierran hasta el día siguiente en que serán mudos testigos de promesas intangibles… de amor comprado, de amor pagado con dinero… de amor de cabaret y el ¡tubo, tubo, tubo!...

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Jennifer: La Reina de la ficha

Es morena y su nombre de batalla es Jennifer, de rostro bello sin duda, cuerpo no mucho de tentación, cubriendo con un pareo las caderas y el bikini inferior, la parte superior verde eléctrico, casi fosforescente, se amolda a unos pequeños senos que contrastan con los enormes y voluminosos de Katarina; en la pista no baila nada, no hay ningún performance montado, nada más se menea un poco en los dos tubos del frente, dejando pasar las melodías que en este caso son baladas de Luis Miguel… bostezo puro.
“Yo le dije al dueño que me vale madres el ‘taibol’, lo mío es la ficha, los privados, o algún trabajito especial”, afirma con una seguridad pasmante, con esa voz sensual, mirando de frente al interlocutor, y uno entiende el porqué de su éxito con la clientela cuando hueles su perfume subyugante y eres hechizado por la melena negra satinada que cae sobre sus hombros bronceados, enmarcando la cara una sonrisa discreta que muestran unos dientes perfectos y blancos.
Definitivamente, Jennifer sabe su negocio, sabe que su cuerpo no es perfecto, por eso acude a su poder de seducción y uno reconoce que el suyo es el rostro del deseo, del amor efímero, del amor de cabaret que se paga con dinero… En cambio, la güera que está sentada sola, sin que una mosca se le acerque, es todo un espectáculo en el tubo, se contornea y hace malabares como si estuviera en el “Cirque du Soleil”, aunque aquí sea un circo de la carne y el alcohol… no ficha nada y este fin de semana será el último en este “table”.
Para ella, la belleza se ha ido, la lozanía de la juventud igual junto con la sonrisa aunque en la pista sea la mejor y se lleve los aplausos, pero eso no le importa al dueño del lugar, sólo que entre la lana, que el cliente consuma, que pida pomos, que pida “tables” en su mesa, que se gaste miles en privados o se eché unos “especiales de la casa” que nunca pierde.


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Malena es nombre de Mujer

Es chaparrita, aún y con tacones de plataforma se nota que es chiquita, aunque sea nada más de estatura, en la pista y en la ficha es grande, se mueve rico, su cuerpo es pequeño pero lleno de curvas, su nombre en el oficio es “Italia”, aunque ya con copas revela que se llama Malena, y tiene dos hijos que viven con su mamá y ella los mantiene a todos, no tiene estudios, nada más la secundaria… “aquí saco bien para vivir y que mis hijos tengan pa’ comer, pa’ su ropa y su escuela… ¿el papá?... sonríe con un dejo despectivo y responde “es un hijo de la chingada, borracho, que me dejó hace dos años y pues tuve que entrarle a esto, porque me gusta bailar y pues lo hago bien”… ¿El amor?... “no creo en esa madre, el amor es puro sexo… ¿quieres amor?... paga bien y te doy todo el amor que quieras… por una noche nada más”.
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Toda una Chica Material

Historias van, historias vienen, todos los días parecen ser iguales en el “table”, los mismos clientes asiduos en busca de amores efímeros, del “papito” o “mi amor” fingido con maestría, mientas dure el dinero, luego, es la indiferencia, el olvido en otra mesa con el nuevo “papito” o “mi amor” con cartera cargada de más oportunidades para comprar ilusiones carnales.
Michelle camina por todo el antro, mostrando su espigada figura, contorneándose rítmicamente atrayendo las miradas de la clientela, su mirada es inexpresiva y su porte elegante la hace sentir que nadie la merece, quien quiera, que pague y caro, es toda una “Material Girl”, tienes lana, es tuya por lo que puedas pagar y muy pocos tienen ese privilegio en este antro y ella lo sabe, por eso se cotiza caro, inaccesible para los humanos comunes y corrientes que tan sólo pueden gozar de su cuerpo con la mirada llena de deseo insatisfecho.

martes, 4 de septiembre de 2012


CRONICA

Y miles salieron  las calles al grito de No Más Sangre.


Miguel Sánchez Vidal

Llegaron a la Paloma de la Paz de muchos modos, en camiones, en taxis, en motos, a pie, a como pudieron; sudorosos, vestidos en su mayoría de blanco, con la esperanza en sus ojos, con la decisión de participar en un momento histórico no sólo para Morelos, sino para este golpeado país.


Y bajaron como una marea humana por las calles de una Cuernavaca lastimada, con sus voces unidas, con sus corazones rebosantes de dolor, indignación y mucho coraje, pero también con la ilusión de acabar con la violencia al grito del “¡Ya Basta, ni un muerto más!”.
Y ahí van, unidos los miles de ciudadanos que en esta tarde llena de calor por el sol radiante que no amaina los ánimos, han vencido su miedo y apatía para protestar, para manifestar su rabia, para gritar a los cuatro vientos que ya “Estamos hasta la madre”.
El contingente recibe a Javier Sicilia, el poeta de la voz silenciada por la violencia de la sinrazón, con los brazos y el corazón rebosante de solidaridad, de comunión con su dolor, y se abre paso entonces, entre los escombros de una ciudad rota por las obras viales de un político marullero.
Y ahí van los de cabello largo y playeras con pintas de No Más Sangre, ahí van las señoras vestidas de blanco con sus flores y sus sombreros para tapar el sol… ahí van los niños con sus padres, los esposos, los novios y los amigos, los empresarios y los obreros, las chicas fresas y los skatos, los ricos y los pobres, juntos, unos al lado del otro, marchando por la vida.
Y ahí van caminando las gueritas con su pancarta que dice: “No hay paciencia contra la violencia… No más sangre”, o los que manifiestan su miedo por tanta violencia y ya están hartos o los que piden la renuncia de Marco Antonio Adame y el procurador estatal por su ineptitud.
Ahí van, bajando por la Avenida Zapata, como una mítica serpiente emplumada de múltiples colores e identidades, que se mueve recobrando vida, indicando que ya no hay nada que pare este movimiento, el de los ciudadanos que con la marcha se manifiestan, se pronuncian para no callar otra vez más.
El poeta entonces se sube, con dificultades, al techo de la combi hippiteca que comanda la marcha, en su rostro se nota la fatiga por las largas jornadas de protesta y el caminar pidiendo justicia por la muerte de su hijo y los hijos de otros padres que han sido amputados de sus almas...
Sicilia, el poeta, el padre mutilado pero no doblegado, les dirige un mensaje a las fuerzas armadas para que retomen los códigos de honor y no haya más muertos en esta guerra de los daños colaterales… “No soy yo o mi hijo Juanelo, sino son todos los muertos que ahora tienen rostro”.
La marcha sigue su rumbo, bajando, caminando hacía su destino, en las calles se van uniendo más y mas personas y entonces la vanguardia de la marcha queda a la mitad del contingente, y en Tlaltenango le dirige otras palabras al procurador estatal  y a los que deberían procurar justicia en este estado.
El poeta entonces revela su lado misericordioso y dice: “El dolor que traemos no debe servir para sembrar odio, sino para generar amor, paz y justicia”… y entonces las voces se alzan y piden al unísono “Justicia, justicia, justicia”.

Al llegar la avanzada al chapitel de El Calvario, el espectáculo es impresionante, un perfomancero vestido de una especie de Ángel de la Muerte ensangrentado, extiende sus alas para representar el dolor que trae aquí, en esta marcha, a todos los participantes… y ahí va también, con sus largos zancos encabezando ahora el contingente.


El zócalo de esta ciudad convertida en la de la Ira y la Esperanza, se encuentra ya repleto de ciudadanos, que esperan ávidos la llegada de la marcha y al poeta de la voz silenciada, quien hace su entrada en una apoteosis de solidaridad y unión, y gritan y exigen que se vayan Adame, el Gobernador de Morelos y Felipe Calderón, el presidente de la Guerra.
“Sí uno manda a chingar a su madre a alguien, debe estar seguro de que vaya”… el poeta, el padre dolido pero no aniquilado, es avalado por la multitud después de estas palabras ya en el mitin en el zócalo, donde presenta a los padres de otras víctimas que están presentes para exigir tan sólo “Justicia”.
Mientras el poeta habla y da sus declaraciones rodeado de la multitud, en la calle aledaña, hay otra manifestación, la de jóvenes que piden vivir, que piden seguridad, que piden poder cantar y que sus voces no sean calladas por los violentos.
Cerrando esta marcha, que para algunos significa el parteaguas en la conciencia colectiva de este México ensangrentado, llega bailando un contingente de jóvenes a la voz cantante del “Que dejen de matar, que dejen de matar, el baile del pueblo no se podrá parar”…

"Tengo miedo, pero me gana el coraje..."


Miguel Sánchez Vidal

 Ana María es una jovencita, quizá tenga 20, 21, o 22 años, viene acompañada de dos gringuitas de ojos claros que contrastan con su piel morena y sus ojos obscuros. 

Sus cabellos negros con rizos, caen en sus hombros. Su sonrisa es igual de bella e inocente como la de las gueritas.
Ana le dice a Rocatto Blabot que sí va a firmar el desplegado de protesta contra la violencia y el asesinato de Juan Sicilia y los otros jóvenes... pero señala que "No estoy de acuerdo con lo que dice, porque yo apoyo la guerra contra el narco... no quiero que el PRI regrese y el narco se vuelva a apoderar del país".
Sus ojos son sinceros, Rocartto le explica que la guerra ha generado más violencia y que esto no quiere decir que se acepte al viejo régimen de facto... "Voy a firmar, porque quiero que acabe la violencia, pero hay cosas en las que no estoy de acuerdo y me gustaría discutir con ustedes".
Ana plasma su firma, las gringuitas se niegan, no entienden de que se trata, Ana les explica en gabacho y las gueritas ríen, hacen una cara de rechazo y con las manos dicen que no, que no firman, total, no es su guerra, pensarán, quizá.
Ana sonríe tímidamente cuando se le pregunta porqué firmó si en sus ojos color canela se le nota el miedo y responde con voz temblorosa... "Tengo miedo, pero me da coraje", se ruboriza y vuelve a sonreir, entonces hace un gesto que no necesita palabras, tan sólo uno comprende que la esperanza está en tener miedo pero actuar, vencerlo y decir ¡Basta!.
Esta Cuernavaca se ha vuelto un hervidero, quizá por el calor, quizá por las noticias, quizá por que la percepción general de la ciudadanía es de miedo, de una terrible inseguridad que la asalta cada vez que salen de sus casas.
"Mi hijo era bueno, era bueno", afirma vehemente una madre desolada... frente al altar improvisado del zócalo de Cuernavaca, está velando imaginariamente a su hijo muerto. El, un joven de 25 años, desapareció hace un año, más o menos, en la frontera con los EU, porque se fue para allá a trabajar por el excelente sueldo que le ofrecieron y porque aquí en su tierra, no tenía empleo.
Su padre vivió una odisea, mezcla de infierno terrible, buscándolo, cuando las autoridades lo habían dado por desparecido, una cifra más a nivel nacional. El, su padre, lo encontró, en pedazos, en una fosa clandestina, luchando contra los demonios, contra la corrupción, contra el maldito destino que se lo había arrebatado.
Hay de tragedias a tragedias, algunas más impactantes, como la de Juan Sicilia y los jóvenes asesinados en un fin de semana, o el de un morelense, rescatado del olvido de los daños colaterales. Pero todos los días las historias se entretejen, se suceden, se generan, de esas nadie se acuerda.
"Me quitaron mi camioneta en una esquina de la colonia Vistahermosa, a las 2 de la tarde, unos tipos en una camioneta que me encañonaron, me bajaron del vehículo y me lo quitaron". Esta historia, en esta Cuernavaca contemporánea, es habitual. "Me bajaron de mi Jetta el viernes en la noche, cuando me iba a echar unos tacos con mi novia allá en la Avenida del Taco".
Historias que se cuentan, que se discuten, que a veces parecen inverosímiles, pero son ciertas... "Nos saquearon la casa, salimos a una fiesta y cuando regresamos la casa estaba vacía, se llevaron una pantalla plana, todos los aparatos eléctricos, muebles, el refri... pero lo peor, el carro de mi hijo, un Mini Copper... los vecinos vieron un camión de mudanzas enfrente de la casa y dicen que una patrulla".
Para acabar con este recuento mínimo de daños ciudadanos y documentar la desesperanza, este último testimonio: "Ya no vamos a permitir la entrada de los padres a dejar a sus hijos hasta los salones, ni la puerta permanecerá abierta, el padre que quiera entrar lo deberá hacer por cita"... La razón que dio el director de la primaria fue: "El sábado pasado entró un comando armado de 8 sujetos a la escuela y asaltaron a los maestros que estaban tomando un curso de Capacitación... y por eso se ha ordenado se tomen medidas de seguridad en las escuelas de Morelos por parte del IEMB para evitar una tragedia".

“Por ti, por mí, por todos… no más muertes”

Miguel Sánchez Vidal


Una tarde de contrastes, disímbola. A la marcha convocada por la Asamblea de Usuarios de Energía Eléctrica del Estado de Morelos y el SME, para protestar por las altas tarifas de la CFE, se unieron un grupo de ciudadanos, para protestar en contra de la violencia.
La marcha dio inició en la iglesia del Calvario, de donde salieron por delante los convocantes en contra de la CFE, atrás, casi en silencio, los ciudadanos indignados contra la violencia. Adelante, los del SME, con sus pancartas y mantas bien impresas, con sus banderas rojas y sus consignas bien ensayadas.
Atrás, el pequeño contingente, en su mayoría de jóvenes, en el cual las pancartas fueron improvisadas y las consignas también… “No más sangre”, “Basta de impunidad y violencia”, “Si el estado no garantiza la seguridad de los ciudadanos que renuncien… organicemos la caída de los ineptos”.
Mientras el contingente pasaba por enfrente del edificio del Congreso estatal, los uniformados de la patrulla 2190 de la policía metropolitana, apuntaban nombres atropelladamente en una libreta, “Hugo qué”, preguntaba un policía a su comandante… “pérame, ahorita te digo…” y le daba otro nombre.
Al entrar al zócalo, los contrastes se hicieron más evidentes, el SME tenía el sonido listo para su mitin, con la base del asta bandera como improvisado templete, iniciaron su asamblea de protesta contra las políticas neoliberales, las altas tarifas de luz y el robo de CFE a los mexicanos.
Del otro lado la ofrenda instalada el día anterior era visitada por algunas personas que curiosas primero e indignadas después, leían los cárteles que hacían poética alusión a la tragedia de los jóvenes arteramente asesinados el pasado fin de semana.
Poco a poco, algunos ciudadanos de la marcha, se acercaron, acomodaron las velas y cárteles, sacaron de sus bolsos más velas y veladoras, y las encendieron. Poco a poco también, más personas comenzaron a llegar al zócalo, con flores y velas, con cárteles y su indignación y dolor en la mirada.
Entonces el grupo de ciudadanos contra la violencia se volvió numeroso, más cárteles con consignas y protestas fueron pegados en las paredes, en las rejas, en el piso: “¿Y sí los muertos se apellidaran Calderón y Adame?”, decía uno, otro señalaba “Marco Adame, MM Garrigos, el costo que los ciudadanos estamos pagando es muy alto. Basta de Ineptitud”.
Pero había uno que contrastaba fuertemente con los otros, escrito en una cartulina color rosa fosforescente lacónico decía: “Dr. Adame RENUNCIE ¡no lo extrañaremos! Amamos la Vida”. Otro más decía, “La calle no debe ser campo de guerra. Mi casa no debe ser prisión”.
Enfrente, del otro lado, el mitin continuaba con orador tras orador. A la llegada de Rocatto, el contingente de ciudadanos se organizó de improviso, rápidamente, espontáneamente, para formar un círculo humano tomados de las manos, mujeres, hombres, niños, adultos mayores, jóvenes con melena larga y piercing, señoras llorosas, artistas consternados, se unieron en una sola voz: No más sangre ni violencia.
“Por ti, por mí, por todos, no más muertes”, cantaban e invocaban, a la vida, al amor y la paz, arropaban y hacian suyas las lágrimas de dolor e impotencia de una chica que decía… “ellos eran mis amigos y no quiero tener miedo, queremos poder salir y divertirnos, queremos vivir, queremos que haya paz, queremos que haya justicia”…
Luego la gente se reunió al centro y formó una asamblea ciudadana que tomó las decisiones de dejar de forma permanente la ofrenda en honor a Juan Francisco Sicilia y los jóvenes asesinados hasta que se haga justicia.
Y finalmente convocaron a la ciudadanía a marchar este miércoles 30 de marzo, a partir de las 6 de la tarde, por las calles de la ciudad para protestar contra la violencia y pedir justicia… una marcha sólo de ellos, de esta ciudadanía que no quiere ceder  ante la violencia y el miedo, que espontáneamente se organiza y camina, canta, llora y pide, exige justicia.

(Crónica publicada en 2011, en el Diario de Morelos)

“Tanto amor y no poder nada contra la muerte…”

Miguel Sánchez Vidal

El zócalo de Cuernavaca huele en esta tarde a incienso y copal. Los tambores de los concheros resuenan en la tarde fresca, mientras el humo de sus ofrendas se eleva junto con las pompas de jabón que unos niños lanzan al aire.


Las voces de los ciudadanos reunidos en el maratón poético como ofrenda a Juan Sicilia y los chicos asesinados el pasado fin de semana, es apagada por las danzas, los ritmos y el sonido del caracol y los tambores de los concheros.
La gente se arremolina para ver las danzas, del otro lado, frente a la ofrenda de velas y flores, otro grupo comienza a incrementarse para esperar el inicio de la marcha por la paz y contra la violencia convocada para esta tarde.
Un compa concilia con los concheros para que dejen iniciar la marcha… “Compitas, la marcha es para protestar contra la guerra, contra la violencia, nada más dejen que salga la marcha y continúan con sus danzas hermanos”.
Los concheros aceptan, “claro que si compañero, nada más que nosotros no estamos contra la guerra ni a violencia, sino que estamos a favor de la paz, del amor, de la vida, nuestras danzas significan eso, una manifestación a la vida”.
Momentos después, la gente se forma en filas de 4 y encienden sus velas para iniciar la marcha y los concheros entonces se hacen una valla y con sus copas humeantes por el copal, con sus conchas en mano y el sonido de los caracoles, sahumean al contingente a su salida hacia las calles.
El contingente inicia su recorrido por Rayón, las consignas se inician una tras otra… “No más sangre, No más sangre”, es el coro que empieza a retumbar por las calles del centro de una Cuernavaca sorprendida.
“No a esta guerra en nuestro nombre”, dicen, gritan, comparten… “Ni un hijo muerto más”, continúa la gente exaltando un sentir general, el del hartazgo de una sociedad dolida… y esta marcha entonces comienza a tomar sentimiento.
La marcha del sentimiento, así se le puede nombrar, sentimiento de dolor, sentimiento de coraje, de indignación por la sangre derramada, por los hijos del compañero, del amigo y repiten al unísono “Juan Sicilia, esta es tu familia” o bien, “Todos somos Sicilia, todos somos Sicilia”.
Las voces retumban entonces en las viejas paredes del Jardín Borda, el eco se vuelve gigante… “Adame renuncia, tienes las manos sucias” y la obscuridad  de la Avenida Rayón huye al paso del contingente que va iluminando con sus velas en cientos de manos, todo a su paso.
“Más poesía, menos policía”, se grita enfrente de cada recinto cultural al paso, se invita al pueblo que se una, a la juventud que incrédulos nada más observan, se ríen y cuchichean entre ellos sin aceptar la invitación de un contingente que no para de expresarse a cada paso que dan.
Recorren Natzahualcoyotl, Avenida Morelos, llegan frente a Catedral y piden al obispo que se pronuncie, igual lo hicieron con Martha Ketchup y con la UAEM frente al CCU. Aquí, frente a Catedral, los cafés interrumpen su jolgorio y los comensales voltean con ojos azorados a ver el contngente pasar.
En cada esquina se paran, gritan, expresan sus sentimientos y crean un coro con fuerza que enchina la piel de los ciudadanos… al frente, una manta expresa las palabras de César Vallejo, “Tanto amor y no poder nada contra la muerte”.
El contingente termina su recorrido, llega al mismo punto de donde salió. El zócalo todavía huele a copal, a incienso, el sonido del caracol de los concheros se despide de la noche estrellada mientras las velas, una por una, son depositadas finalmente en la ofrenda floral que se ilumina mucho más.
(Esta crónica fue publicada en el Diario de Morelos en los días posteriores al asesinato de 7 personas en el estado de Morelos, entre los cuales se encontraba Juan Francisco Sicilia, en el año 2011).