jueves, 27 de septiembre de 2012

Crónicas Submarinas


Del amor de cabaret al ¡tubo, tubo, tubo!


Por Miguel Sánchez Vidal

“Fue en un cabaret donde te encontré bailando…” aunque ahora la Sonora de todas las santaneras se halla callada y es substituida por un “si la morena quiere más, dale candela, candela, candela”… quién diría que algunos añorarían aquellos tiempos del amor de cabaret, de la visita obligada a La Huerta, en la entonces zona roja de Cuernavaca, donde se bailaba de a cartoncito de cerveza un buen danzón o un Sonorazo… pero bueno, ahora, ya sea en cualquiera de los negocios de la carne que están en lo largo de la avenida Cuahunáhuac, si se trae dinero y aplauden más en su mesa, les envían a la niña, la niña, la niña… pero esa niña les baja fácilmente su quincena y su vida con un “table” en la mesa a los parroquianos enfebrecidos… “Siento una pena muy honda dentro del alma, y quiero ahogarla con vino y caricias de amor…

Imagen de la publicación de esta crónica en el Diario de Morelos

Ora pronovis… sí, ellas oran, creen en Dios, en la virgencita, aman, se ilusionan y creen también en las luces que las iluminan noche a noche, -aún con todo y cenital ámbar fundido- soñando, bailando el tubo con verdadero arte… Perfume de Gardenias, de Arándano, de Fuller y Avon, esa es su esencia corporal, a puro sudor y sexo; a cigarro y licor, unas veces baratos, otros, finos o rebajados en la cantina para la ficha… ese olor a mujer prohibida, pero que para muchos, es el olor de un alma de místico candor, de ansias reprimidas o de amor renegado,
 Como cantaría Toño Cartagena… “Que no se atreva nadie a mirarte con ansia… porque quiero tenerte sólo mía: mi propiedad privada”… y eso se transforma en un “privado” que te cuesta 200 pesos bajita la mano y dependiendo del espécimen y el antro en cuestión, pero el candor resulta que usa zapatillas de plataforma de 30 centímetros, que le levanta las nalgas, le resalta las piernas, les ayuda a subir las bubis, y si el cliente está tomado y es chaparro, le ayuda a agenciárselo y sacarle las copas, cuya ficha les hace ganar una parte del costo convenido con el dueño del antro.
Ese es su negocio, el verdadero negocio, la ficha, el “table” a mesa que más aplauda o que más pague, o más “chupe”; los privados y los “especiales” es lo que más deja, porque lo que hace la noche no es el “table” en pista, no es bailar el mejor tubo, ni siquiera ser la más buena, sino saber fichar o sacar un “privado”, o diez o quince, o bien ir al salón VIP, al de los billetudos.
Ilusiones y sueños entre los humos del alcohol; risas y alegría fingidas al ritmo de la música, deseo y decepción mezclados con las luces flotantes en esta atmósfera que se rompe al encenderse las luces que anuncian el fin de la noche, el fin de la ficha, del “table”; los privados se cierran hasta el día siguiente en que serán mudos testigos de promesas intangibles… de amor comprado, de amor pagado con dinero… de amor de cabaret y el ¡tubo, tubo, tubo!...

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Jennifer: La Reina de la ficha

Es morena y su nombre de batalla es Jennifer, de rostro bello sin duda, cuerpo no mucho de tentación, cubriendo con un pareo las caderas y el bikini inferior, la parte superior verde eléctrico, casi fosforescente, se amolda a unos pequeños senos que contrastan con los enormes y voluminosos de Katarina; en la pista no baila nada, no hay ningún performance montado, nada más se menea un poco en los dos tubos del frente, dejando pasar las melodías que en este caso son baladas de Luis Miguel… bostezo puro.
“Yo le dije al dueño que me vale madres el ‘taibol’, lo mío es la ficha, los privados, o algún trabajito especial”, afirma con una seguridad pasmante, con esa voz sensual, mirando de frente al interlocutor, y uno entiende el porqué de su éxito con la clientela cuando hueles su perfume subyugante y eres hechizado por la melena negra satinada que cae sobre sus hombros bronceados, enmarcando la cara una sonrisa discreta que muestran unos dientes perfectos y blancos.
Definitivamente, Jennifer sabe su negocio, sabe que su cuerpo no es perfecto, por eso acude a su poder de seducción y uno reconoce que el suyo es el rostro del deseo, del amor efímero, del amor de cabaret que se paga con dinero… En cambio, la güera que está sentada sola, sin que una mosca se le acerque, es todo un espectáculo en el tubo, se contornea y hace malabares como si estuviera en el “Cirque du Soleil”, aunque aquí sea un circo de la carne y el alcohol… no ficha nada y este fin de semana será el último en este “table”.
Para ella, la belleza se ha ido, la lozanía de la juventud igual junto con la sonrisa aunque en la pista sea la mejor y se lleve los aplausos, pero eso no le importa al dueño del lugar, sólo que entre la lana, que el cliente consuma, que pida pomos, que pida “tables” en su mesa, que se gaste miles en privados o se eché unos “especiales de la casa” que nunca pierde.


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Malena es nombre de Mujer

Es chaparrita, aún y con tacones de plataforma se nota que es chiquita, aunque sea nada más de estatura, en la pista y en la ficha es grande, se mueve rico, su cuerpo es pequeño pero lleno de curvas, su nombre en el oficio es “Italia”, aunque ya con copas revela que se llama Malena, y tiene dos hijos que viven con su mamá y ella los mantiene a todos, no tiene estudios, nada más la secundaria… “aquí saco bien para vivir y que mis hijos tengan pa’ comer, pa’ su ropa y su escuela… ¿el papá?... sonríe con un dejo despectivo y responde “es un hijo de la chingada, borracho, que me dejó hace dos años y pues tuve que entrarle a esto, porque me gusta bailar y pues lo hago bien”… ¿El amor?... “no creo en esa madre, el amor es puro sexo… ¿quieres amor?... paga bien y te doy todo el amor que quieras… por una noche nada más”.
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Toda una Chica Material

Historias van, historias vienen, todos los días parecen ser iguales en el “table”, los mismos clientes asiduos en busca de amores efímeros, del “papito” o “mi amor” fingido con maestría, mientas dure el dinero, luego, es la indiferencia, el olvido en otra mesa con el nuevo “papito” o “mi amor” con cartera cargada de más oportunidades para comprar ilusiones carnales.
Michelle camina por todo el antro, mostrando su espigada figura, contorneándose rítmicamente atrayendo las miradas de la clientela, su mirada es inexpresiva y su porte elegante la hace sentir que nadie la merece, quien quiera, que pague y caro, es toda una “Material Girl”, tienes lana, es tuya por lo que puedas pagar y muy pocos tienen ese privilegio en este antro y ella lo sabe, por eso se cotiza caro, inaccesible para los humanos comunes y corrientes que tan sólo pueden gozar de su cuerpo con la mirada llena de deseo insatisfecho.

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